martes, 16 de diciembre de 2008

Metro de Madrid

Mi querido y admirado pensador semanal lo llama cráter metro-sauna y algunas cosas peores. Se queja de que no hay aire acondicionado en su línea y, sobre todo en verano, la combinación de temperatura y olor corporal lo hace insufrible.

Para mi el metro de Madrid es el melting pot de la ciudad. Es el crisol de la nueva demografía de Madrid, de España. Es una biopsia vertical y horizontal del tejido humano de este tiempo y lugar.
Es un termómetro de la actividad de la ciudad. A veces sauna (sic) y a veces ventilador en esos cruces de túneles que producen vientos secos y subterráneos. A las 7.30 de cualquier mañana de la semana cientos de miles de personas se desplazan por sus pasillos, sus vagones, en silencio, escuchando música o leyendo prensa gratuita, algunos incluso libros, en edición barata, de pasta blanda para que no abulte y no pese en el abrigo o en el bolso.

Mi idolatrado y laborioso creativo escribió hace años una movida canción, aspirante a canción de la movida inspirada en el metro de Madrid en la que el texto era la yuxtaposición de los letreros y mensajes de aviso y atención del suburbano: me-tro-po-li-ta-no, me-tro-po-li-ta-no, usted no se puede bajar, No introducir el pie entre coche y andeeeeeeen!

Luego el Metro creció como creció la ciudad y se lleno de estaciones nuevas: Ascao, Las Musas, La Peseta, Torre Arias, como se llenó de gentes nuevas. Rostros, facciones, complexiones, tonos de piel diferentes, mezclados. Ojos redondos, rasgados, hundidos y prominentes. Ojos vivos, de buscavidas, los más listos de la clase que comprendieron que su futuro estaba al otro lado del mar y ahora se mueven a ritmo de metro hacia ese nuevo futuro: Pirámides, Pacífico, Pan Bendito, Puerta del Sur.

A las 8.30 de cualquier noche de la semana cientos de miles se desplazan por sus pasillos, sus vagones, en silencio. A esta hora ya no se ven gratuitos, ni novelas, se lee menos. Apenas se ven los ojos que van caidos y cerrados por el sueño, una cabezada de cansancio antes de llegar a casa y dar el último empujón al día, estudiar, escribir, leer, cocinar, comer, lavar, planchar, hablar, rezar.

Las cabezas gachas, las miradas hacia abajo no esconden el cansancio, la fatiga, pero expresan duda sobre si esta es la vida soñada a este lado del mar. Si no habría una vida mejor que ellos han dejado atrás.

Pero mañana ya no dudarán y volverán a recorrer el metro, sus pasillos, sus vagones con sus ojos vivos, de buscavidas, los más listos de la clase.

Hay que bajar al cráter sauna, al cráter suburbano para entender el futuro, el humanario del que surgirá la España mestiza, próxima estación...Pueblo Nuevo.

2 comentarios:

Álvaro Santos dijo...

Hermosa reflexión. Lamento truncarla con este orwelliano comentario: al «prometedor y entusiasmante» Pueblo Nuevo le sigue Ciudad Lineal, que puede remitirnos a futuros dirigidos y seres automatizados...

Por cierto, que ingesmou, que es la palabra verificación de hoy para publicar este comentario, me recuerda a la boca (mouth) de Metro realizando su constante ingesta de inocentes viajeros.

Paloma M. dijo...

Desde luego Alvarito, con lo bien que iba la cosa, poner ese punto...espero que negro no realista...
Sé que yo no puedo ya apoyar con demasiado rigor el asunto, pues ya no soy "comida" habitual del metro, pero desde luego creo que de lineal nada, sino bien enlazada red, y de eso sí sé algo...y más que automatizarte, otorga a muchos unos niveles de libertad de otra forma inalcanzables.