domingo, 18 de octubre de 2009

Herejia

Eso theiros.

La palabra hereje proviene de la expresión griega eso theiros, que significa "yo escojo".

La herejía por tanto es el hecho de escoger.

La libertad por tanto es herejía en orígen, ya que no era aceptable que un común pudiera elegir su destino, sus ideas, su fe, su vida.

La libertad es un objetivo en el infinito. Nos podemos acercar pero nunca llegaremos. Incluso hoy en día escoger el pensamiento libre es una herejía, pensar en contra o diferente de lo políticamente correcto, es herejía.

Pero aún aceptando las limitaciones que nos imponen y nos autoimponemos, yo quiero escojer, yo quiero ser hereje. Por eso afirmo: eso theiros!

martes, 13 de octubre de 2009

12 de octubre

Ayer fue el 12 de octubre, día de la Hispanidad, de la Raza en las Américas, y aquí en España desde hace unos años, también día de las Fuerzas Armadas.


Desde niño, esta última conmemoración ha tenido para mi un carácter festivo, solemne y emotivo, todo a la vez. Mi familia, de larga y abundante tradición militar, celebraba ese día con uniformes de gala, muchas veces con la participación de algún miembro en los desfiles o actos protocolarios y asistiendo en directo desde la grada o las tribunas al paso de las tropas. Hubo incluso un año en el que, como alférez de Artillería en prácticas, tuve la suerte de mandar la batería que disparaba las salvas de honor desde la Casa de Campo.

Me gustan los actos militares, con su solemnidad, su apelación a la memoria y la historia, el recuerdo a los caídos, la exaltación de valores tradicionales como la disciplina, el valor, el compañerismo, la lealtad, el honor. Valores que aprendí de mi padre, militar, y que son y han sido universales y han marcado las hazañas y las gestas de los grandes ejércitos de la historia: Alejandro, César, Carlo Magno, Gengis Khan, los Tercios, Napoleón, los fusileros de Bengala, la Legión Extranjera. Beau Geste, Beau Sabreur, Beau Ideal.

No puedo evitar un nudo en la garganta cuando voces de hombres y mujeres de diverso origen cantan al unísono "La muerte no es el final" en el acto de homenaje a los soldados fallecidos en acto de combate. No hay sentimiento más noble que el recuerdo agradecido a los que dieron sus vidas por los ideales colectivos y ante ellos se rinden e inclinan reyes, banderas y pendones (¿adónde mirabas ayer, Zapatero?).

El alegre sonido de las marchas militares, el vivo paso de los soldados, los colores y brillos de banderas y cornetas, el retumbar del suelo con los pasos de hombres, vehículos y caballos, todo ello tiene para mi un aire de fiesta. Fiesta de paz, de convivencia, de agradecimiento, de solidaridad, pero también de compromiso, de garantía, de seguridad.

Bosnia, Kosovo, Líbano, Afganistán, lugares lejanos dónde se libran guerras próximas. No hay guerra ajena en la aldea global. Guerras que se pelean lejos para no sufrirlas cerca. Todas son nuestras guerras y en todas tenemos que asegurarnos que nuestros valores, nuestra forma de entender la vida, nuestra civilización están bien defendida y protegida. Guerras dónde los soldados son escudos lejanos que ven para que no veamos, sufren para que no suframos.

Eso es lo que hacen los ejércitos modernos. Eso es lo que han hecho los ejércitos siempre. Por supuesto que no hay historia sin mancha, no hay trayectoria sin error, como no hay vida sin pecado. Pero hoy y ahora nuestras Fuerzas Armadas se entroncan con lo mejor de la historia militar de España, con sus mejores soldados y son los herederos de todos los grandes ejércitos de nuestra historia.

Todos los países importantes a lo largo de la historia lo han sido porque tenían un proyecto colectivo, que trascendía a las personas y que se defendía con vigor. En ese proyecto había un papel y un espacio reservado a la milicia. En estos tiempos en los que es difícil ver el proyecto de nación parece que tampoco está claro el papel asignado a las Fuerzas Armadas.

Los trajes negros y la boina amarilla de la Unidad Militar de Emergencia, antimiméticos, destacan entre los colores terrales del resto de las tropas. Simboliza la imagen deseada por este gobierno para un ejército ONG, mitad bomberos, mitad contratistas de obras. Labores de protección civil y de reconstrucción en las misiones de guerra, más preocupados por una parte de la opinión pública que prefiere un ejército blando, descafeinado.

"Prefiero morir antes que matar" dijo Bono, que luego se compunge ante los féretros que regresan de Asia. "No es el momento para hacerse los soldaditos valientes" dice la esposa de un pescador secuestrado en Somalia, que prefiere que paguemos un vergonzante rescate. "Continuaremos con nuestra misión de reconstrucción nacional en Afganistán" dice Zapatero al día siguiente de enterrar a la última víctima de los ataques talibanes.

Mientras, se recortan los presupuestos de defensa, se retrasa el envío de material de protección y blindaje frente a ataques con bombas, no se despliegan más helicópteros (6.000 euros la hora de vuelo, nos lo ahorramos; total, como es para construir una escuela!) y sobre todo se les da órdenes de no disparar, de replegarse, de no entrar en los pueblos por si acaso, de dedicarse a "reconstruir" lo que luego es destruido por los talibanes en cuanto terminan.

Nuestros valores son tanto más importantes cuánto más nos impliquemos en su defensa. Quizá sea ese el problema, que en este tiempo de relativismo moral, no tenemos, no tiene nuestro gobierno ni nuestra sociedad los valores fundamentales claros. Así, estamos en Afganistán (o en cuialquier otro sitio en conflicto) como gesto, no como decisión y compromiso firmes. Enviamos soldados y les ponemos una boina azul y así nos convencemos de que van en misión de paz y tranquilizamos nuestros complejos pseudo pacifistas. El color de la boína, azul, amarilla, es más importante que el blindado o el helicóptero.

Si vamos de construcciones, no es al ejército al que hay que enviar. Y si enviamos al ejército, que es lo que hay que hacer cuándo se libra una guerra que sí nos afecta, entonces dejemos que actuen con todas sus capacidades.

jueves, 8 de octubre de 2009

Buscarse la vida

Buscarse la vida es algo muy español. Tanto es así que da nombre a un clásico como El Buscón, llamado Don Pablos, ejemplo de vagamundos, única novela del genial Francisco de Quevedo.

La picaresca es la historia de los buscavidas que en un tiempo a la vez de riqueza, oportunidades e injusticia social, trataban de abrirse camino en la vida, subir peldaños en la escala social y asegurarse un sustento más allá del día a día. Una gran mayoría de españoles de aquel siglo de oro y sombras se "buscaron la vida" de diversas formas, emigrando a las Indias, enrolándose en los tercios, sirviendo a (y sirviéndose de) la Iglesia o haciendo de Lazarillo o don Pablos.

Hoy en día, en esta época de crisis económica y de otro tipo en la que estamos ahogándonos, parece que la única salida que nos va a quedar a los españoles es también buscarnos la vida.

Por primera vez en años vuelve a crecer el número de españoles que se van a hacer la vendimia a Francia, de repente abundan los fontaneros y chapuzas a domicilio, se incrementa la economía sumergida hasta niveles de hace 20 años, se revierte la tendencia y más gente emigra al campo que de éste a la ciudad, surgen pequeños negocios de servicios de todo tipo....la gente ha decidido que ya es hora de buscarse la vida, de hacer algo por su cuenta y no esperar a que cambie el viento y traiga el maná del cielo del Estado.

Estos signos, estos nuevos indicadores, que sin duda tienen la lectura de la crisis económica, aportan también indicios positivos de que algo está cambiando. Va a tener razón la señora ministra, esa que tiene que trabajar el doble para que se la reconozca, aunque la verdad es que notarse, no se nota que trabaje o produzca algo positivo. Digo que va a tener razón en que hay brotes verdes en la economía. Sin embargo lo que está pasando, lo que está cambiando no tiene nada que ver con las políticas improvisadas de nuestros gobernantes.

Lo que de verdad está ocurriendo es que la gente se ha dado por fin cuenta de que o se buscan la vida por ellos mismos o nadie va a venir a regalarnos el Infiniti o el plan de pensiones. O lo hacemos nosotros mismos o no lo va a hacer un político cortoplacista, más preocupado por las próximas elecciones autonómicas que por el bienestar de sus conciudadanos.

Efectivamente hay más camiones en la carretera, los bares y restaurantes están más llenos, se vuelven a ocupar locales y oficinas y los bancos empiezan a soltar un poco la soga que ahoga al crédito. Y esto ocurre porque un buen ´número de españolitos de a pie han decidido que se van a buscar la vida.

Hace 8 años, en plena crisis financiera Sudamericana, en los meses anteriores y posteriores al famoso corralito financiero decretado por el ministro Cavallo en Argentina, tuve ocasión de viajar con frecuencia a Brasil y la misma Argentina. Por aquel entonces el pib per cápita de Argentina era doble que el de Brasil, $13.000 frente a $6.500.

Sin embargo el ambiente en las calles y las oficinas, los despachos y las fábricas, las favelas y los ranchitos era bien distinto. En Brasil hervía a borbotones las ganas de cambiar, de evolucionar, de crecer, de dejar atrás años de autarquías y golpes, miserias y desigualdades. Miraban al futuro y los brasileños, sin esperar nada de gobierno alguno, se buscaban la vida.

En Argentina en cambio miraban hacia atrás con melancolía, suspiraban por un no se que tiempo dorado que sólo existió de forma efímera, pero que quedó grabado en una ideología política retrógrada y en un subconsciente colectivo dónde el ciudadano debe esperar del gobierno solución a sus problemas, cine de barrio y fútbol los domingos, derechos únicos que emanan de la "esencia mineral de la madera" como dice el tango, por el hecho de ser argentino. Sistema que anula voluntades e iniciativas, que busca la vida en la memoria imaginada, que mira al gobierno entre queja y cacerolada esperando que otros le resuelvan el problema.

El resultado es que 9 años después, el pib per cápita brasileño ha igualado al argentino, que tras altibajos artificiales, producto de políticas más financieras que económicas, vuelve a los $13.000. (fuente: CIA World Factbook).

Y además Río se lleva las Olimpiadas y el Mundial de fútbol. Y tienen empresas que crecen y atraen capitales e inversión. Y Brasil encabeza los BRIC y las top models y si no fuera por Obama, que con su encumbramiento a los altares ensombrece a todos, su presidente Lula también encabezaría la lista de los políticos más admirados del mundo.

En España en ese periodo también hemos doblado el indicador, pasando de $18.000 a $33.000 según la misma fuente, al pairo de construcción y euro, inmobiliario y obra pública. Pero también de buscavidas y buscones, de innovadores y emprendedores, de empresarios y autónomos que decidieron aprovechar el buen momento y se buscaron la vida y la hacienda.

Pero de repente se nos ha caido todo y ahora andamos anonadados por la crisis del nuevo rico que ha perdido la memoria de cuando era pobre y se buscaba la vida. En nosotros está elegir qué queremos hacer ahora. Mirar a Argentina, adónde parece que mira el gobierno, o mirar a Brasil y salir a buscar y hacer crecer los brotes verdes.

Si lo que estamos viendo, más camiones, más actividad, más iniciativa, responde a un cambio de actitud y a tomar las riendas de nuestro destino, entonces si que veremos la salida a la crisis que tanto ansiamos.

P.D. Si alguno de mis amigos y lectores argentinos se siente molesto por mis comentarios sobre su país, pido humildemente disculpas. Si hablo así es por que a mí también me duele.

domingo, 4 de octubre de 2009

La corazonada

Parece que la corazonada de Gallardón y otros muchos miles, millones de madrileños y españoles, que a veces más parecia cabezonada, no se ha cumplido finalmente y los coítos (los miembros del Comité Olímpico Internacional) han preferido la samba al chotis, el ritmo carioca a la movida madrileña y las playas de Rio al río Manzanares y su playa.

Es lo que tienen las corazonadas, que a veces se cumplen y a veces no, que si no serían certezas. Y digo yo que los brasileños también tendrían su corazonada, a ritmo de bossa nova, "como gosta voce".

Así que ahora que no organizaremos los juegos del 2016, que siempre me pareció algo de ciencia ficción, odisea en el espacio-tiempo de una ciudad a la que todavía le falta algo, quizá nos podamos dedicar a organizar otras cosas, otras olimpiadas para el ciudadano, más próximas en el tiempo y en la percepción del madrileño de la calle.

Así, podríamos organizar las olimpiadas de la limpieza urbana y conseguir de una vez por todas que Madrid sea una ciudad limpia. Estableceríamos varias pruebas y disciplinas, por ejemplo eliminar las cacas de perros, tarea que exige de una gran coordinación entre el animal y su dueño y en la que normalmente este último no está a la altura del canino.

Otra prueba sería la recogida de basuras, donde el reto parece inalcanzable: conseguir que los contenedores de reciclaje no estén desbordados y rodeados de basura, sino limpios, bien aparcados y que los participantes acierten en introducir sus desechos dentro, y no fuera, es sin duda una gesta olímpica que exige más acierto que los tiros de tres de Rudy.

También podríamos organizar las olimpiadas de la simpatía y la buena educación. Estas si que exigirían la participación ciudadana, que tan favorable a la corazonada de Gallardón se ha mostrado recientemente. Aquí también estableceríamos varias categorias: el trato amable con el vecino, sonreir a tus compañeros de viaje en el transporte público, ceder el paso con una sonrisa en el enrevesado trafico madrileño y un sinfín de otras pruebas.

Algunas se reservarían para los más jóvenes y podrían combinar higiene social con civismo, por ejemplo no hacer botellón, pastillón y condón en los mismos parques donde al día siguiente juegan los niños recién salidos de la guardería (con sus tatas/cuidadoras bolivianas, como ya quedó evidenciado en otra entrada anterior de este mismo blog).

Claro que también las autoridades públicas (de toda administración que aquí no tenemos tanto remilgo con el Estado o la autonomía) tendrían su participación en estas olimpiadas: en su caso organizaríamos las olimpiadas del buen trato al ciudadano. Estas pruebas requieren de un gran esfuerzo de reeducación ya que romperían con uno de los axiomas de la función pública: el ciudadano no tiene razón. Habría que empezar por redactar una nueva carta olímpica que recogiera por ejemplo que el ciudadano es un ser inteligente, que debe ser tratado con respeto y hasta gratitud ya que es quién al final paga la factura, todas las facturas, y que el funcionario público está a su servicio y no al reves.

Asi que el señor Gallardón y los otros ilustres miembros de la candidatura, desgraciadamente ya fallida, tienen en estos ejemplos, y muchos otros, la oportunidad de reencauzar sus energías y buenas intenciones de convertir Madrid en una metrópoli mundial, no a traves de las olimpiadas del futuro, sino transformándola en campeona olímpica de la limpieza, la amabilidad, el buen trato a la persona, el civismo, la convivencia, la transparencia, la responsabilidad ciudadana. Hacer de Madrid la ciudad con todos los récords en calidad de vida, una ciudad dónde sea fácil vivir, hacer negocios, pasear, criar a nuestros hijos y cuidar a nuestros mayores.

Esa sería mi corazonada, pero no se por qué me da que no va a ganar tantos adeptos como la otra y al final también nos quedaremos sin estas olimpiadas.