jueves, 8 de octubre de 2009

Buscarse la vida

Buscarse la vida es algo muy español. Tanto es así que da nombre a un clásico como El Buscón, llamado Don Pablos, ejemplo de vagamundos, única novela del genial Francisco de Quevedo.

La picaresca es la historia de los buscavidas que en un tiempo a la vez de riqueza, oportunidades e injusticia social, trataban de abrirse camino en la vida, subir peldaños en la escala social y asegurarse un sustento más allá del día a día. Una gran mayoría de españoles de aquel siglo de oro y sombras se "buscaron la vida" de diversas formas, emigrando a las Indias, enrolándose en los tercios, sirviendo a (y sirviéndose de) la Iglesia o haciendo de Lazarillo o don Pablos.

Hoy en día, en esta época de crisis económica y de otro tipo en la que estamos ahogándonos, parece que la única salida que nos va a quedar a los españoles es también buscarnos la vida.

Por primera vez en años vuelve a crecer el número de españoles que se van a hacer la vendimia a Francia, de repente abundan los fontaneros y chapuzas a domicilio, se incrementa la economía sumergida hasta niveles de hace 20 años, se revierte la tendencia y más gente emigra al campo que de éste a la ciudad, surgen pequeños negocios de servicios de todo tipo....la gente ha decidido que ya es hora de buscarse la vida, de hacer algo por su cuenta y no esperar a que cambie el viento y traiga el maná del cielo del Estado.

Estos signos, estos nuevos indicadores, que sin duda tienen la lectura de la crisis económica, aportan también indicios positivos de que algo está cambiando. Va a tener razón la señora ministra, esa que tiene que trabajar el doble para que se la reconozca, aunque la verdad es que notarse, no se nota que trabaje o produzca algo positivo. Digo que va a tener razón en que hay brotes verdes en la economía. Sin embargo lo que está pasando, lo que está cambiando no tiene nada que ver con las políticas improvisadas de nuestros gobernantes.

Lo que de verdad está ocurriendo es que la gente se ha dado por fin cuenta de que o se buscan la vida por ellos mismos o nadie va a venir a regalarnos el Infiniti o el plan de pensiones. O lo hacemos nosotros mismos o no lo va a hacer un político cortoplacista, más preocupado por las próximas elecciones autonómicas que por el bienestar de sus conciudadanos.

Efectivamente hay más camiones en la carretera, los bares y restaurantes están más llenos, se vuelven a ocupar locales y oficinas y los bancos empiezan a soltar un poco la soga que ahoga al crédito. Y esto ocurre porque un buen ´número de españolitos de a pie han decidido que se van a buscar la vida.

Hace 8 años, en plena crisis financiera Sudamericana, en los meses anteriores y posteriores al famoso corralito financiero decretado por el ministro Cavallo en Argentina, tuve ocasión de viajar con frecuencia a Brasil y la misma Argentina. Por aquel entonces el pib per cápita de Argentina era doble que el de Brasil, $13.000 frente a $6.500.

Sin embargo el ambiente en las calles y las oficinas, los despachos y las fábricas, las favelas y los ranchitos era bien distinto. En Brasil hervía a borbotones las ganas de cambiar, de evolucionar, de crecer, de dejar atrás años de autarquías y golpes, miserias y desigualdades. Miraban al futuro y los brasileños, sin esperar nada de gobierno alguno, se buscaban la vida.

En Argentina en cambio miraban hacia atrás con melancolía, suspiraban por un no se que tiempo dorado que sólo existió de forma efímera, pero que quedó grabado en una ideología política retrógrada y en un subconsciente colectivo dónde el ciudadano debe esperar del gobierno solución a sus problemas, cine de barrio y fútbol los domingos, derechos únicos que emanan de la "esencia mineral de la madera" como dice el tango, por el hecho de ser argentino. Sistema que anula voluntades e iniciativas, que busca la vida en la memoria imaginada, que mira al gobierno entre queja y cacerolada esperando que otros le resuelvan el problema.

El resultado es que 9 años después, el pib per cápita brasileño ha igualado al argentino, que tras altibajos artificiales, producto de políticas más financieras que económicas, vuelve a los $13.000. (fuente: CIA World Factbook).

Y además Río se lleva las Olimpiadas y el Mundial de fútbol. Y tienen empresas que crecen y atraen capitales e inversión. Y Brasil encabeza los BRIC y las top models y si no fuera por Obama, que con su encumbramiento a los altares ensombrece a todos, su presidente Lula también encabezaría la lista de los políticos más admirados del mundo.

En España en ese periodo también hemos doblado el indicador, pasando de $18.000 a $33.000 según la misma fuente, al pairo de construcción y euro, inmobiliario y obra pública. Pero también de buscavidas y buscones, de innovadores y emprendedores, de empresarios y autónomos que decidieron aprovechar el buen momento y se buscaron la vida y la hacienda.

Pero de repente se nos ha caido todo y ahora andamos anonadados por la crisis del nuevo rico que ha perdido la memoria de cuando era pobre y se buscaba la vida. En nosotros está elegir qué queremos hacer ahora. Mirar a Argentina, adónde parece que mira el gobierno, o mirar a Brasil y salir a buscar y hacer crecer los brotes verdes.

Si lo que estamos viendo, más camiones, más actividad, más iniciativa, responde a un cambio de actitud y a tomar las riendas de nuestro destino, entonces si que veremos la salida a la crisis que tanto ansiamos.

P.D. Si alguno de mis amigos y lectores argentinos se siente molesto por mis comentarios sobre su país, pido humildemente disculpas. Si hablo así es por que a mí también me duele.

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