lunes, 7 de diciembre de 2009

Horadando el cielo

Las torres de las iglesias reflejan mucho más que el estilo arquitectónico en el que se construyen. Las torres al elevarse al cielo significan la aspiración del hombre de hablar de tú a tú con los dioses. Mirar hacia arriba implica afán de superación y de mejora, de elevación sobre una realidad casi nunca suficientemente satisfactoria.

Las torres góticas de las iglesias alemanas apuntan al cielo horadándolo. Son ambiciosas y punzantes, no se andan con remilgos, quieren llegar a lo más alto. Destacan entre la llanura y desde un recodo del camino, o desde la distancia en el valle se las ve alargadas, afiladas, inquiriendo, señalando.

Surgen en medio de la ciudad burguesa, reflejando la aspiración de mercaderes y artesanos de trascender más allá del día de mercado, de la fiesta del mes, del gobierno de los asuntos mundanos.

Rompen las nubes, abren en canal las nieblas densas y frias, las brumas del medio año que es invierno. Sirven de faro y mojón, ayudan a encontrar el camino terrenal y apuntan la dirección del camino celestial.

Son torres de filósofos y pensadores, de herejes y creyentes. La duda sólo encuentra respuesta en las alturas y hacia allí apuntan intentando penetrar el gris plomizo del cielo en busca de respuestas. La vida, aplastada por el peso del pecado, de la pena, el valle de lágrimas que cae sobre nosotros en forma de lluvia helada, encuentra su absolución en la arquitectura afilada del gótico.

En España, las torres de las iglesias son cuadradas, satisfechas con lo terrenal, no miran al cielo espiritual sino que se recrean en el suelo carnal. Sus muros lisos sirven para dar sombra más que para sostener intrincados arcos y contrafuertes que permiten llegar más alto.

En Alemania el gótico simboliza la Reforma y el desarrollo de la burguesía, y con ello de la industria y la economía. Las torres agudas alcanzan a los dioses y elevan al hombre que se convierte en el centro del universo.

En España el románico nunca muere: nos sentimos satisfechos cerca del suelo.

2 comentarios:

Álvaro Santos dijo...

Bueno, podría hablar mucho sobre iglesias, y contestar con una precisión basada en el "depende" a esa afirmación tuya de que las iglesias españolas son cuadradas, románicas y bajitas. Existen absolutas maravillas no tan cuadradas, como las excelsitudes del barroco gallego, por ejemplo, o las góticas (que las hay), o, en un tiempo mucho más moderno, las neogóticas. Existen torres "cuadradas" que se elevan desafiantes al tiempo y al espacio, como las muy altas torres mozárabes aragonesas, por ejemplo. Existen inculso torres que penetran en el cielo con sus estructuras "sigloveinteras" de acero, hormigón o ladrillo (en Alcobendas tienes una, sin ir más lejos).
Pero yo no quería hablar de eso, sino de la torre de iglesia castellana. Esa torre de iglesia (da igual: románica, gótica "bajita", barroca, rústica, neoclásica, contemporánea...) que se hiergue en el horizonte señalando el destino, o una etapa en la ruta, al caminante. Esa torre de iglesia que sirvió, durante siglos, para trazar los senderos en la meseta castellana. Esa torre de iglesia que sirvió y aún sirve de guía a quien quiere, con la mirada puesta en el horizonte, dejarse guiar de torre en torre, en el camino de su vida.

La palabra de verificación no me dice demasiado, pero se está convirtiendo en una especie de santo y seña familiar, así que la hago constar: "ellytor".

Angel Santos dijo...

Nunca la realidad anuló un buen argumento. Por supuesto que hay torres góticas en España. Magníficas, como Santiago o Burgos. Por supuesto que hay torres platerescas, herrerianas y barrocas que apuntan al cielo. Pero eso no era el argumento. La idea central es la diferente actitud espiritual y filosófica que simbolizan unas y otras torres, como su arquitectura responde no sólo a criterios artísticos sino también es reflejo de las ambiciones espirituales e intelectuales de quien las construye.