Hay una película protagonizada por Nicolas Cage (Family Man) en la que al protagonista se le ofrece la oportunidad de vivir una vida que hubiera sido si en vez de coger un avión a Londres hubiera decidido quedarse con su novia.
Jack Campbell, un ambicioso y egocéntrico broker de Wall Street obsesionado con su trabajo,ve cómo su vida da un vuelco una Nochebuena en la que, tras un incidente en una tienda, se despierta en Nueva Jersey convertido en un modesto vendedor de neumáticos casado con su antigua novia Kate (Téa Leoni) a la que abandonó para proseguir su imparable ascenso en el mundo de las finanzas. A esta nueva situación se va acostumbrando poco a poco hasta que llega el momento de regresar a su vida anterior, llena de lujo y soledad. Esa visión de su vida subjuntiva, que hubiera sido, le ofrece la oportunidad de cambiar su vida en presente de indicativo, la que es, reconquistando a la bella Kate, que también ha triunfado y está sola.
Lamentablemente en la vida real no tenemos esa oportunidad de rebobinar nuestra vida hasta el momento de una decisión que cambia el rumbo y nos lleva por uno u otro camino. Pero, ¿qué decisión?, ¿cúal de las infinitas decisiones que hemos tomado nos ha traído hasta aquí?, ¿qué invitación acepté, que teléfono no pedí, qué viaje nunca inicié, que oferta decliné, que avenida nunca exploré?
En el día a día nos falta ese TomTom que ante cada cambio de dirección recalcula el itinerario. Nos falta ese gigantesco árbol de decisiones que nos enfrentaría a las múltiples opciones y caminos, costes y consecuencias. No tenemos el camino trazado y no podemos vislumbrar (to glimpse, vislumbrar) los caminos alternativos.
Así que no queda otra que jugártela en cada cruce, libre albedrío, decidir con valentía y esperar lo mejor.
Claro que no estamos sólos en ese trance. Contamos con herramientas que a modo de indicadores nos ayudarán a a elegir la ruta e imaginar el resultado, el punto de llegada. Son nuestros valores, nuestras referencias, las personas y las cosas en las que creemos, para algunos, la fe. Podemos planificar en trazo grueso las grandes decisiones de nuestra vida, y fiar a nuestro instinto las pequeñas.
Pero siempre quedará la duda, la incertidumbre, ignoramos cúal será el resultado, lo que hubiera sido y no ha sido. Nuestra vida subjuntiva. Y eso hace cada día, cada decisión, cada giro mucho más interesante.
3 comentarios:
Efectivamente.
Interesante reflexión, amigo Kowalsky...Si a la aleatoriedad de lo que nosotros decidimos en esos cruces de vidas, incorporas la arbitrariedad y las consecuencias de lo que otros deciden por nosotros sobre importantes materias e "inmaterias" que nos afectan, la verdad es que se produce cierto desasosiego en mi interior. Vislumbrar esos múltiples planos y formas cortándose en infinitos puntos produce algo más que vértigo. Gracias por hacerme pensar Kowals.
Un abrazo,
John Keating
Gran película, sí señor, gran película.
Hace mucho que no entro en tu blog, y es gracioso como justo ayer hablaba de este tema con Ramiro, que está enfrascado en tomas de decisiones importantes en estos momentos, y bastante preocupado sobre la corrección de las mismas.
Ayer yo le decía, "por supuesto que te puedes equivocar, pero eso es un riesgo que hay que correr, pues en eso consiste precisamente la toma de decisiones, pero una vez tomada, no hay que mirar atrás, y hay que poner todo el empeño en llevar esa decisión a buen término". Claro está que también es de sabios rectificar en caso de que detectes a tiempo un error, pero hablando de decisiones trascendentales en la vida, no suele darse la posibilidad de rectificar.
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