miércoles, 8 de junio de 2011

A vista de AVE

A 306 Km/h el paisaje parece una película de cine que pasa rápido por la ventana panorámica. Los páramos de cereal escaso se suceden con vaguadas y pequeños valles, ni muy profundos, ni muy escarpados pero que rompen la monotonía de la Meseta. Pinos, encina y rebollo apenas alcanzan a levantarse por encima del talud de la vía pero dan cobijo y guarida a fauna menor. De cuando en cuando un aprisco, una caseta de labranza o un camino, pasa en plano veloz por la pantalla, recordando la huella humana en este paisaje eterno.

Tras un talud de la vía aparece de repente en la pantalla, enmarcado entre la vía de alta velocidad y los molinos de viento de la nueva energía, a medio camino entre ambos, quieto, parado en el camino, un pequeño pueblo de apenas 30 casas de piedra oscura que el gris del día hace aún más oscura, destacando sobre el verde brillante de una primavera húmeda y calurosa.

El pueblo es demasiado pequeño para identificar su nombre en el mapa y desaparece pronto de la panorámica pero deja en el viajero espectador una impresión fugaz que se desarrolla en su mente en forma de paradoja.

Pueblo castellano, entre Aragón y La Alcarria, olvidado en los planes de carreteras, de Fomento, de desarrollo y ahora recuperado para la pantalla fugaz del tren más rápido, escoltado al fondo por la última tecnología que captura la fuerza del viento.

AVE y molinos, símbolos de la nueva España del s XXI, de la España desarrollada y tecnológica que apunta al futuro e intenta hacerse o mantenerse un hueco entre los países poderosos, tecnológicamente avanzados con sus infraestructuras de rico, ejemplo para muchos y envidia de todos.

Pero entretanto, el pueblo parado y quieto, varado a la vera de un camino, como decia el poeta, con sus 25-30 caserones oscuros no acaba de entender y de acomodarse a esa España, potencia de la ingeniería sostenible, y refleja la perplejidad, el contraste de media España que no entiende qué ha pasado, cuándo ha ocurrido, cómo hemos pasado de las mulas a la alta velocidad, del utilitario nacional al 4x4, del medio real a los 100 euros, de las viejas de negro riguroso al triquini, a Mango y Zara, de la pobreza a la riqueza, viaje de ida y vuelta, aunque algunos no fueron, sólo volvieron y se encontraron tan pobres, tan quietos, entre el AVE y el Molino, atrapados, viendo pasar el mundo ante ellos en formato panorámico de alta velocidad.

1 comentario:

Angel Santos dijo...

Hoy he vuelto a pasar. Mismo Ave, mismo pueblo. Pero la luz era distinta: el sol desafiaba la cubierta de nubes y filtraba una luz dorada que hacía que las casas pareciesen menos oscuras, el camino más claro, el verde de fondo más brillante. La escena perdía dramatismo, la Castilla del claroscuro daba paso a La Alcarria en primavera. Los molinos de viento y la vía de alta velocidad seguían enmarcando la escena.
La paradoja de España hace que lo que un día es claro al otro es oscuro. El futuro cambia de signo en función de la luz que le apliquemos, color del cristal del día.
Pero la imagen cambiante aumenta la perplejidad.