El sueño de todo artista es ser conocido y reconocido en y por su obra. Hay una necesidad de trascendencia en el trabajo artístico. El artista ve el reflejo de su obra en otros y ese reflejo crítico, valorativo, retroalimenta el proceso creativo.
Conocer la obra, el trabajo del artista no es lo mismo que conocer al artista y mucho menos a la persona. El artista es de dominio público y su obra por lo tanto también pero, ¿la persona?
Cuando el reconocimiento se convierte en fama la digestión de ese salto se hace a veces dificil para la persona, nunca para el artista.
Hoy en día muchos artistas prefieren ser famosos a reconocidos. Es el estatus de celebrity, que dá buenos dividendos en los programas de la telebasura y sirve para colarte en las discotecas sin hacer cola.
Hace poco un actor, más celebrity que reconocido se enfadó porque el presidente de Cantabria no sabía quién era. Es lo que tiene ser famoso, famosillo, que no te conocen por tu obra.
El fenómeno es global como casi todo y se propaga como un virus por las redes sociales, la prensa rosa o la televisión.
Si no se tiene un twitter seguido por millones de fan(áticos) no se puede ser celebrity. No es necesario haber escrito la gran novela americana del siglo XXI, llenar los teatros o haber interpretado la gran película del año, sino tener un perfil en facebook y twittear a todo el mundo cosas como: "En Acapulco a las 5 a.m. con vodka y Tutú.No puedo ser más guay." o "Siento que el mundo me debe algo. Voy a fundir mi tarjeta de crédito".
Ser celebrity es el pelotazo de un famoso.
1 comentario:
No sé si me gustaría estar en Acapulco, ni me queda muy bien el tutú, pero un vodka de vez en cuando no me vendría nada mal. Y sí, me encantaría fundir de vez en cuando mi tarjeta de crédito y tenerla después tan llena como antes. Pero sé que todo eso no lo puedo conseguir mediante piadas (tuiteos en español), sino mediante trabajo, esfuerzo y mérito (una frase de la secuencia del Espíritu Santo que se canta en Pentecostes dice: «Dale al esfuerzo su mérito»). Y no, no quiero ser famoso, ni siquiera conocido, salvo por mí mismo.
El actorcillo que no supo hacer otra cosa que indignarse al ver que no tenía presencia ante el presidente regional cántabro seguramente es un pobre mindundi.
Los mindundis son como las patatas fritas baratas: crujen y se desmoronan cuando se (a)sientan. Esto lo digo por la palabra de verificación: «chipseat».
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