lunes, 4 de julio de 2011

La industria del deporte

Somos un país de individualidades, que no de individuos.

Entre la masa gris, un punto de color. Eso nos permite tener la nómina de deportistas de élite más alta per cápita. También de artistas, pintores de la luz y del claroscuro. O de escritores, cronistas de historias, dramas y tragedias. O de poetas, cantores de los sentimientos efímeros e infinitos.

Volviendo al deporte, tenemos los mejores pilotos de motos que corren en máquinas italianas o japonesas, diseñadas por ingenieros de ojos rasgados o nariz romana, que construyen en plantas y talleres especializados en las afueras de Osaka, o en Bolonia. Las patentes y la propiedad industrial, los royalties por ventas y licencias, el valor de la marca se queda allí.

Tenemos los mejores pilotos de coches que conducen coches italianos o alemanes o ingleses o italianos y el valor industrial se queda allí.

Tenemos los mejores tenistas pero no fabricamos raquetas, ni esquís, ni zapatillas de deporte, ni ropa deportiva, ni pelotas de golf o de fútbol, ni veleros ni mástiles ni quillas.

Somos la mayor potencia deportiva per cápita pero sólo gracias a nuestros deportistas; no transformamos esa potencia en capacidad industrial. Individualidades frente a la colectividad.

Los deportistas pasan, las individualidades vienen y van. Los triunfos son efímeros, los eventos, que tan bien organizamos, son efímeros. Las capacidades industriales permanecen y generan riqueza que se reparte entre muchos: ingenieros, diseñadores, probadores, mecánicos, montadores....empleos.

Quizá alguien debería pensar como reinvertir todo ese caudal de talento deportivo en talento industrial. Nuestra potencia deportiva representa una oportunidad de desarrollar una industria de tecnología del deporte y asociada al deporte. El mejor diseñador de un campo de golf es un gran jugador de golf. El mejor desarrollador de un motor es el que ha pilotado y ganado con muchos.

Quizá esto también debería enseñarse en los CAR: enseñar como el deportista puede devolver a la sociedad que le becó y financió su progresión deportiva, parte de su talento, diseñando, asesorando, inventando, desarrollando tecnología en el sector del deporte, creando riqueza que permanece más allá de campeonatos, récords y medallas, trascendiendo más allá de ligas y eliminatorias dejando su impronta en una industria de impacto global.

Si eres Alonsista, tu pasión se acabará antes que si eres Ferrarista.

1 comentario:

Álvaro Santos dijo...

Para tu consuelo, somos el país en el que el negocio de venta de camisetas más valorado está; los comerciales de estas empresas de camisetas cobran más que el producto interior bruto de Lesotho, por poner un ejemplo aleatorio, y además se les considera mejores embajadores de nuestro país y mejores representantes de nuestra gente que muchos dirigentes...

Vaya, me he equivocado, en el fondo tienes razón...