lunes, 8 de junio de 2009

Contaminación estética

Posiblemente la mejor forma de disfrutar de la bonita y diversa arquitectura de los edificios de Madrid sea recorriendo la ciudad en uno de esos autobuses de dos pisos con la cubierta superior sin techo, de modo que uno se desplaza a la altura del primer piso (o principal como se llamaba antes) y así se evita la muchas veces desagradable visión de la decoración de numerosos locales a pie de calle.

Rojos, amarillos chillones, verdes lima, azulones, cualquier color vale en la decoración de las fachadas de los locales comerciales para destacar y ser visto aunque sea a costa del buen gusto y de la necesaria armonía estética con el edificio que lo acoge y los otros colindantes. Cuando además coinciden varios locales comerciales de llamativo color cerca unos de otros entonces el efecto es aun mayor, formándose un arcoiris chillón y de mal gusto que afea esquinas y plazas.

Madrid sufre de contaminación estética, como sufre de contaminación del aire o acústica. Los colores de los locales comerciales huyen del color natural de la piedra de los edificios, blancos y ocres, y buscan el contraste máximo, creando una cacofonía del color insoportable. Lo que es bueno para un centro comercial de nuevo y moderno diseño no casa con la piedra desnuda del Madrid de los Austrias, ni con las fachadas sobrias y claras de Chamberí o el Barrio de Salamanca.

Otras ciudades han regulado el diseño exterior de los locales comerciales, muchas en Europa pero también en España. La nueva Gran Vía de Bilbao remozada recientemente es un buen ejemplo, donde las grandes marcas muestran su mercancía tras grandes escaparates encastrados perfectamente con los edificios de esta calle y los nombres de los comercios se muestran sin sobresaltar la estética general.

También la autorregulación sirve para moderar esta deriva. Algunas grandes marcas han desarrollados diseños corporativos para sus tiendas y locales que se integran en el entorno aruitectónico sin grandes contrastes, a veces incluso con armonía. El éxito comercial no viene del color de la fachada sino de la satisfacción que sus clientes encuentran dentro. El buen gusto y la responsabilidad estética (¿nuevo concepto a desarrollar como parte de la responsabilidad social corporativa?) deben encontrar recompensa. Igual que favorecemos como consumidores a las empresas que respetan el medioambiente deberíamos premiar también a aquellas que respetan ese otro ecosistema urbano.

Mientras el buen gusto encuentra su camino en los designios y diseños corporativos, recorramos Madrid en el bus descapotado y miremos hacia arriba, disfrutando además de balcones y ventanas, gárgolas y aves fénix, cristaleras y blasones, torres y miradores que nos ofrecen los edificios de Madrid.

3 comentarios:

Álvaro Santos dijo...

«La piedra desnuda del Madrid de los Austrias, ni con las fachadas sobrias y claras de Chamberí o el Barrio de Salamanca».

¿Qué eres, un nostálgico o un afiliado a la ONCE? Hace mucho que no se ve piedra desnuda en Madrid, ni fachadas sobrias y claras. La piedra ha sido revestida con la creación artística urbana de más alto nivel, y las fachadas ya no son sobrias, pues gozan del recargamiento estético de modernos estilos urbanos como el hiphop, ni claras, pues los colores favoritos por los estetas de la progresía ultramoderna prefieren la pintura espray en colores fuertes y vistosos.
Los artitas del grafiti dialogan con la ciudad con su peculiar diálogo creativo defensor de la libertad por encima de toda consideración. Ellos deciden que las fachadas barrocas no se llevan, o que el estilo decimonónico está desfasado, y redecoran los edificios de la ciudad con sus inigualables creaciones artísticas: grafitis y firmas, que se llana tags, o algo parecido.
Y el diálogo es como sigue: te lleno la fachada de pintadas que tú no haces más que borrar, gastándote una pasta. Si quieres que no te hagamos pintadas, gástate la pasta en contratarnos a uno de nosotros, que te haremos una creación de arte urbano única que todos respetarán. A lo que el ciudadano responde: no, yo quiero mi fachada lisa, que es como debe estar. Y ahí, en ese mismo punto, se acaba el diálogo, porque los defensores del arte libre no toleran la libertad del vecino de tener su pared lisa y se la vuelven a llenar de pintadas y firmas. Vamos, que si no cedemos a la extorsión mafiosa y terrorista de los grafiteros, estamos perdidos.
El nombre de los tontos está escrito en todas partes, me dijeron una vez. Lo que no sabía es que en Madrid hubiera tantos tontos que dejan su firma por todas partes..., y tantos otros tontos que consideran que eso es arte libre que debe respetarse, aunque pisotee otras libertades.

En fin, hermano, tú sigue mirando gárgolas, balcones altos, estatuas en las azoteas, cornisas y demás. Pero ten cuidado no tropieces, que cuando se les acaban los botes de pintura, los tiran al suelo, ya sabes que las papeleras son para los demás.

Pablo dijo...

bueno bueno...
la verdadd es que hace muchisimo que no me paseo por madrid, peroo creo que esa "contaminacion estetica" no es solo de hoy o de ayer. sino que lleva mucho tiempo ahäi.
michas tiendas se preocupan demasiado por la apariencia sacando sus articulos a la calle para que la gente los pueda observar sin tener que entrar a la tienda, cosa que no me gusta nada porque como muz bien has dicho, los compradores se sienten bien en una tienda cuando entran en el interior z ven esa estetica interior z todo ordenado, eso es lo que importa.´
zo he tenido suerte, con eso de estar en münster digo, porque aqui en münster no haz muchas tiendas que saquen sus cosas al exterior, sino que lo tienen todo ordenadito dentro, por lo tanto se puede apreciar perfectamente la fachada de los edificios z todoas las columnas que todavian duran desde despues de la guerra.
Münster tiene unas fachadas preciosas.
Un saludo desde aqui la lejania.

Angel Santos dijo...

En efecto pensador semanal, tienes toda la razon, por eso prefiero mirar del primer piso para arriba.

Hola Espanolito de Munster, gracias por leer mi blog y sobre todo por dejar tu comentario. Un abrazo